Hay una ciudad que me promete batallas
una legión de soldados ávidos
de regalarme sus balas
-siempre están en mí-.
Dos o tres sonrisas postizas
donan la frialdad que necesitan
mis pies para congelarse
-siempre están en mí-
La voz proyectil
lanzada desde una boca apremiada
por deseos acuchillados por un cuter
impacta sin remordimiento
en el centro de mis acciones
-siempre están en mí-
Hay días eclipsados
con micro desencuentros
de color encierro.
-siempre están en mí-.
Hay una oportunidad aletargada
en cada rincón ausente de luz
una futura cicatriz
en cada herida abierta
una mirada sin estrabismo
una voz sin ruido de fondo
la certeza a pesar de la incertidumbre
de que siempre están en mí.