Presentación



Comencé a escribir en la década del ochenta, en el siglo pasado (dicho de esta forma repercute como un hecho ancestral); si bien manejo las nuevas tecnologías muy bien, siempre tuve la idea de que lo escrito debía publicarse en papel. Pero, todos los que han intentado lo saben, publicar no es fácil y mucho menos si uno vive alejado de los centros literarios. A pesar de haber participado en algunas antologías y revistas y haber ganado algún que otro concurso no creo que nada se compare al sentimiento de ser el protagonista de la tapa de un libro.

Pero más allá de delirios personales, de la lujuria de la fama y el egocentrismo tira bombas que cacarea la propia supremacía de su pensamiento, la pregunta motora de la escritura está ahí: ¿par qué se escribe? (por favor no piensen en la respuesta top de los escritores “para exorcizar fantasmas”).

Para responder la pregunta expuesta tomo como supuesto la idea de que uno escribe para otro (aunque a uno le apene lo que ha escrito, como a mí) y si es así lo que uno está tratando de hacer es de presentarse, de decir ¡“mírenme”!. Y puedo aceptar que ese “míerenme” puede estar dicho con la mayor humildad o la más pesada petulancia pero siempre se trata de decir” acá estoy”.

Tras los pasos de este razonamiento, un tanto errático, es que decidí salir a mostrar lo que he escrito durante tanto tiempo y decir mírenme acá estoy.

En cuanto al por qué escribo, es decir, esencialmente qué me ha llevado a elegir esta forma de presentación mi teoría es simple: escribir es una bella forma de pasar el tiempo.

Este es el pensamiento a seguir tras la creación de este blog el cual se ira desenvolviendo a medida que el tiempo transcurra.







Y un día...

 Y un día fui desierto remoto

abrazado por el sol meridiano

acurrucado por estrellas lejanas 

atrapado en el tiempo espejismo

que hunde sus dedos en el horizonte 

Un día me vestí de otoño

y mis ojos comenzaron a soñar 

epifanías lloviendo del cielo

Un día fui desierto



     COSAS

Una hoja en otoño en la corriente

de una acequia sanjuanina

una mirada que amanece al sol

la tierra moviéndose debajo de los pies

un bollito de papel

 lanzado a la basura

el agua fría

que se escurre entre los dedos

un cóndor refugiado por la montaña

la lombriz sin nombre

empalada en el anzuelo

la consciencia invernando

arrullada por la música de los parlantes

yo… tú… al otro lado

no fui soy seré yo

yo o tú buscando respuestas

que no querríamos encontrar.







 ACURRUCANDO FANTASMAS

Al pie del dios montaña

Sobre la tierra en que caminaron

Los viejos Huarpes Allentiac

Desposeído en el rio que baña

El valle incauto que burlaron

Conquistadores de hojalata

Dejo descansar mi mirada

Esperando atemporales fantasmas

Aparecer entre los algarrobos y las retamas:

A caso veo las huellas de Mogna

Desandar la rebelión olvidada

Hasta su pueblo acorralado por el desierto

Los doce caciques colgando del cielo

En el Valle Fértil secreto

La encomienda engordando su lote

A costa del Bermejo desangrado

Será la polvareda, allá a lo lejos,

De las montoneras acariciando las pichanas

Gritando su libertad a las quebradas

Contra el invasor y su linaje

La Cruz abarrotada de cuerdas

Espantando con sus plegarias

A los jinetes moquineros

Las caras ocultas de Guanacache

Contradiciendo la palabra estudiada

Que ha ignorado por conveniencia

Los susurros de los ancestros

Que hamacan verdades

Entre el cielo y la laguna desterrada.

El espejismo se evapora

Con la bruma de la mañana

El último Alcani se despide

Regalando una mirada resignada

Ya no recuerdo los recuerdos

Solo veo fantasmas vestidos de sueños

Los parrales sepultaron las pisadas

Los olivares allanaron la memoria

Los barrios permutaron las ciénagas

Y ahora solo queda en lo alto

El dios montaña acurrucando los fantasmas



 

 Ujllatamin wañunchij kay kawsaypiqa

Yo morí en enero y creo que fue algo placentero, no voy a decir que fue una fiesta, pero fue como mirar un amanecer de primavera. Según recuerdo la muerte para los Incas no debe ser vivida como tragedia, más bien, como consumación de un ciclo. Algo como la llegada a un momento de trascendencia. Nunca es el final, es la continuidad del ser dentro de la totalidad existencial del universo.

 Los pobladores del Tahuantinsuyo entendían que la muerte es un viaje a otra dimensión de la vida. Aun así, no es posible dejar la pertenencia a este mundo. Los muertos, en este caso yo, viven en indeleble atención y concordancia con sus familiares y la misma comunidad donde su cuerpo vivió. Este escenario de relación del alma con los vivos, incluso se logra después de los tres años, cuando se despide para el encuentro con el origen. Otra creencia de los pueblos del Andes es aquella que afirma que a nosotros los difuntos se les puede llamar cuando se les necesite.

Digamos que ahora estoy corroborando empíricamente esta cosmovisión, lástima que mis resultados no los pueda publicar en Nature. Si bien algunos detalles todavía no los puedo contrastar, como por ejemplo el hecho que estaré tres años por el mundo de los vivos otras variables están confirmadas. Al menos que esto sea un sueño muy largo y tarde o temprano despierte asustado puedo afirmar que me he transportado a otra dimensión, aunque yo en este momento le llamaría otra forma de existencia.

Ahora entiendo cuando leía que solo a partir de la experiencia de la muerte se vislumbra el sentido de trascendencia e inmanencia de la vida.  Después de la muerte puedo estar en el más allá y también en el mundo de los vivos. Pero debo aclarar que no estoy como un fantasma, lo primero que puedo afirmar con cierta certeza es que sigo teniendo conciencia de mí, lo segundo es que no es la conciencia de un cuerpo o de sensaciones. No siento mi cuerpo y por lo tanto no siento sensación de frio, cansancio o picazón, no veo ni huelo apenas percibo. A veces distingo a las personas que han estado cerca mío, como si pudiera saber cuándo ellas piensan en mí; otras veces advierto que podría estar en mi casa o en una determinada calle.

Siguiendo con los pueblos andinos ellos consideraban la experiencia de la muerte como algo importante en la vida. Estaríamos hablando de una experiencia personal y comunitaria que afectará o beneficiará a todos. Ahora estoy recordando, lo llamaban "Ujllatamin wañunchij kay kawsaypiqa", "Solamente una vez morimos en esta vida". Si hubiera sabido esto hubiera procurado morir en una fecha determinada en un momento de mi vida determinado y no hubiera dejado que la vida se encargara, hubiera intentado tener todo listo para el evento, como cuando uno proyecta un cumpleaños o un casamiento.

Qué estúpido, comprendo el dolor de aquellos que me han querido, si hubiera sabido les habría pedido, no, no, no; exigido que estuvieran felices. Que brindaran y se emborracharan por mí. Ahorraría mucho llanto y dolor y vacío y desesperanza saber que después de la muerte continua la transición a otra forma de existir.

Otra cosa que he comprobado es un pequeño hecho que me hace estar bien con respecto a mi pasada vida: las personas que me importan se alegran al recordarme y a pesar de que sé que hay lagrimas que se escurren de sus ojos puedo entender que la evocación las reconforta.

Todavía me queda mucho por investigar, por ejemplo, dónde se encuentra mi voz, es decir de dónde hablo. También qué hacer cuando una persona cercana me invoca y puedo escuchar sus pensamientos como si me hablara, sé que ellos no me oyen porque he intentado comunicarme, pero debo investigar si hay otra forma o con solo estar ahí a su lado es suficiente. Tantas cosas que averiguar, aunque no tengo medida del tiempo, me parece haber muerto hace poco pero no puedo afirmarlo con certeza.

En la cosmovisión andina de la vida, ya lo dije, las almas permanecemos aquí, en el Kay Pacha, durante tres años. Otro ítem que debo resolver, la medida del tiempo, preciso saber cómo medirlo, para comprobar que dentro de tres años me tocará el otro paso. Porque en este tiempo debemos ser muy bien atendidos, según las tradiciones andinas, se trata de un tiempo de peregrinación de nuestra alma en busca de la plena transición para llegar a ser bien recibido en el Ukhu Pacha por el Supremo.

El único problema es que no tengo ni siquiera una libreta para anotar mis investigaciones, tal vez no me haga falta, es más, tengo tantos recuerdos que no sé si me interese seguir investigando. La respuesta más importante ya la he respondido, la muerte no es el fin de la vida a penas un viaje: ¿hasta dónde? No sé, ¿hasta cuándo? Menos. ¡Oh! Alguien está pensando en mí tengo que acudir. Hoy no voy a intentar hablarle, me quedaré escuchando imaginando que sabe que estoy ahí.

 


LA HORA DE MI MUERTE

 Ya tengo prevista la hora de mi muerte

si ella no se adelanta, es tan desalmada,

no quiero presumir pero será

una despedida elegante y calculada.

Camino y pienso-siento que los días

se suceden para demostrar su inexistencia

para enseñarnos que haber dividido la vida

en secciones casi simétricas es intentar

abrazar una nube por la eternidad...

Ya tengo prevista la hora de mi muerte

dejaré que mi corazón se tome un descanso

y que esto llamado voz interior

se valla quedando sin palabras

recordaré a la gente que he amado

e intentaré reflejarme en la mirada

de la mujer que me entregó su vida.

No sé si habrá resurrección, 

no creo que la entropía lo permita

o la reencarnación en otra forma

como una suerte de lotería, 

podría haber un retorno infinito  

que en realidad no sería un regresar 

sino algo que siempre está sucediendo

creer así



me consuela ya que en estos momentos

parte de mi sigue viviendo los días mas bellos.

Ya tengo prevista la hora de mi muerte

nada de velas, menos flores

un poco de música, un poco de bromas

una sonrisa y la promesa de ser olvidado.

Ya tengo prevista la hora de mi muerte

saberlo quita el miedo y la desesperanza

Ya tengo prevista la hora de mi muerte

intentaré dibujarme una sonrisa socarrona

para entregarme a ella complacido

de haber vivido.



Tu yo

 


La mañana nace en tus ojos

Y comienzo a vislumbrar el paraíso

Floreciendo en tu sonrisa lunar.

No hace falta que lancemos sonidos al viento

Hace rato que dejamos de temer los silencios

Para lanzarnos a nuestros nimios sueños

Que, con insistencia, hemos intentado inventar

Como niños jugando a ser mayores.

La vida en cada rayo de sol que aflora

Se nos ha encendido de recuerdos:

Como tu figura en la puerta de calle

Despidiéndome con tu brazo espantando miedos

O yo, cuando te abrazo con mi cuerpo y te cubro con mi vida.

La mañana se hace con tus ojos y

Ni el viento, el granizo o una tormenta

Pueden alterar nuestras miradas

Obstinadas en cultivar breves chispas de ilusiones

Que iluminan nuestros deseos imperfectos…

Yo y tu sobre las hojas marchitas

Tu y yo amaneciendo entre las montañas doradas

Tu yo viéndonos a los ojos en un segundo perpetuo.