Ujllatamin
wañunchij kay kawsaypiqa
Yo morí en enero y creo que fue algo
placentero, no voy a decir que fue una fiesta, pero fue como mirar un amanecer
de primavera. Según recuerdo la muerte para los Incas no debe ser vivida como
tragedia, más bien, como consumación de un ciclo. Algo como la llegada a un
momento de trascendencia. Nunca es el final, es la continuidad del ser dentro
de la totalidad existencial del universo.
Los pobladores
del Tahuantinsuyo entendían que la muerte es un viaje a otra dimensión de la
vida. Aun así, no es posible dejar la pertenencia a este mundo. Los muertos, en
este caso yo, viven en indeleble atención y concordancia con sus familiares y
la misma comunidad donde su cuerpo vivió. Este escenario de relación del alma
con los vivos, incluso se logra después de los tres años, cuando se despide
para el encuentro con el origen. Otra creencia de los pueblos del Andes es
aquella que afirma que a nosotros los difuntos se les puede llamar cuando se
les necesite.
Digamos que ahora estoy corroborando
empíricamente esta cosmovisión, lástima que mis resultados no los pueda
publicar en Nature. Si bien algunos detalles todavía no los puedo contrastar,
como por ejemplo el hecho que estaré tres años por el mundo de los vivos otras
variables están confirmadas. Al menos que esto sea un sueño muy largo y tarde o
temprano despierte asustado puedo afirmar que me he transportado a otra
dimensión, aunque yo en este momento le llamaría otra forma de existencia.
Ahora entiendo cuando leía que solo a
partir de la experiencia de la muerte se vislumbra el sentido de trascendencia e
inmanencia de la vida. Después de la
muerte puedo estar en el más allá y también en el mundo de los vivos. Pero debo
aclarar que no estoy como un fantasma, lo primero que puedo afirmar con cierta
certeza es que sigo teniendo conciencia de mí, lo segundo es que no es la
conciencia de un cuerpo o de sensaciones. No siento mi cuerpo y por lo tanto no
siento sensación de frio, cansancio o picazón, no veo ni huelo apenas percibo.
A veces distingo a las personas que han estado cerca mío, como si pudiera saber
cuándo ellas piensan en mí; otras veces advierto que podría estar en mi casa o
en una determinada calle.
Siguiendo con los pueblos andinos ellos consideraban
la experiencia de la muerte como algo importante en la vida. Estaríamos
hablando de una experiencia personal y comunitaria que afectará o beneficiará a
todos. Ahora estoy recordando, lo llamaban "Ujllatamin wañunchij kay
kawsaypiqa", "Solamente una vez morimos en esta vida". Si
hubiera sabido esto hubiera procurado morir en una fecha determinada en un
momento de mi vida determinado y no hubiera dejado que la vida se encargara,
hubiera intentado tener todo listo para el evento, como cuando uno proyecta un
cumpleaños o un casamiento.
Qué estúpido, comprendo el dolor de
aquellos que me han querido, si hubiera sabido les habría pedido, no, no, no;
exigido que estuvieran felices. Que brindaran y se emborracharan por mí. Ahorraría
mucho llanto y dolor y vacío y desesperanza saber que después de la muerte
continua la transición a otra forma de existir.
Otra cosa que he comprobado es un pequeño
hecho que me hace estar bien con respecto a mi pasada vida: las personas que me
importan se alegran al recordarme y a pesar de que sé que hay lagrimas que se
escurren de sus ojos puedo entender que la evocación las reconforta.
Todavía me queda mucho por investigar, por
ejemplo, dónde se encuentra mi voz, es decir de dónde hablo. También qué hacer cuando
una persona cercana me invoca y puedo escuchar sus pensamientos como si me
hablara, sé que ellos no me oyen porque he intentado comunicarme, pero debo
investigar si hay otra forma o con solo estar ahí a su lado es suficiente.
Tantas cosas que averiguar, aunque no tengo medida del tiempo, me parece haber
muerto hace poco pero no puedo afirmarlo con certeza.
En la cosmovisión
andina de la vida, ya lo dije, las almas permanecemos aquí, en el Kay Pacha,
durante tres años. Otro ítem que debo resolver, la
medida del tiempo, preciso saber cómo medirlo, para comprobar que dentro de
tres años me tocará el otro paso. Porque en este tiempo debemos ser muy bien atendidos,
según las tradiciones andinas, se trata de un tiempo de peregrinación de nuestra
alma en busca de la plena transición para llegar a ser bien recibido en el Ukhu
Pacha por el Supremo.
El único
problema es que no tengo ni siquiera una libreta para anotar mis
investigaciones, tal vez no me haga falta, es más, tengo tantos recuerdos que
no sé si me interese seguir investigando. La respuesta más importante ya la he
respondido, la muerte no es el fin de la vida a penas un viaje: ¿hasta dónde? No
sé, ¿hasta cuándo? Menos. ¡Oh! Alguien está pensando en mí tengo que acudir. Hoy
no voy a intentar hablarle, me quedaré escuchando imaginando que sabe que estoy
ahí.