Presentación



Comencé a escribir en la década del ochenta, en el siglo pasado (dicho de esta forma repercute como un hecho ancestral); si bien manejo las nuevas tecnologías muy bien, siempre tuve la idea de que lo escrito debía publicarse en papel. Pero, todos los que han intentado lo saben, publicar no es fácil y mucho menos si uno vive alejado de los centros literarios. A pesar de haber participado en algunas antologías y revistas y haber ganado algún que otro concurso no creo que nada se compare al sentimiento de ser el protagonista de la tapa de un libro.

Pero más allá de delirios personales, de la lujuria de la fama y el egocentrismo tira bombas que cacarea la propia supremacía de su pensamiento, la pregunta motora de la escritura está ahí: ¿par qué se escribe? (por favor no piensen en la respuesta top de los escritores “para exorcizar fantasmas”).

Para responder la pregunta expuesta tomo como supuesto la idea de que uno escribe para otro (aunque a uno le apene lo que ha escrito, como a mí) y si es así lo que uno está tratando de hacer es de presentarse, de decir ¡“mírenme”!. Y puedo aceptar que ese “míerenme” puede estar dicho con la mayor humildad o la más pesada petulancia pero siempre se trata de decir” acá estoy”.

Tras los pasos de este razonamiento, un tanto errático, es que decidí salir a mostrar lo que he escrito durante tanto tiempo y decir mírenme acá estoy.

En cuanto al por qué escribo, es decir, esencialmente qué me ha llevado a elegir esta forma de presentación mi teoría es simple: escribir es una bella forma de pasar el tiempo.

Este es el pensamiento a seguir tras la creación de este blog el cual se ira desenvolviendo a medida que el tiempo transcurra.







 

 Ujllatamin wañunchij kay kawsaypiqa

Yo morí en enero y creo que fue algo placentero, no voy a decir que fue una fiesta, pero fue como mirar un amanecer de primavera. Según recuerdo la muerte para los Incas no debe ser vivida como tragedia, más bien, como consumación de un ciclo. Algo como la llegada a un momento de trascendencia. Nunca es el final, es la continuidad del ser dentro de la totalidad existencial del universo.

 Los pobladores del Tahuantinsuyo entendían que la muerte es un viaje a otra dimensión de la vida. Aun así, no es posible dejar la pertenencia a este mundo. Los muertos, en este caso yo, viven en indeleble atención y concordancia con sus familiares y la misma comunidad donde su cuerpo vivió. Este escenario de relación del alma con los vivos, incluso se logra después de los tres años, cuando se despide para el encuentro con el origen. Otra creencia de los pueblos del Andes es aquella que afirma que a nosotros los difuntos se les puede llamar cuando se les necesite.

Digamos que ahora estoy corroborando empíricamente esta cosmovisión, lástima que mis resultados no los pueda publicar en Nature. Si bien algunos detalles todavía no los puedo contrastar, como por ejemplo el hecho que estaré tres años por el mundo de los vivos otras variables están confirmadas. Al menos que esto sea un sueño muy largo y tarde o temprano despierte asustado puedo afirmar que me he transportado a otra dimensión, aunque yo en este momento le llamaría otra forma de existencia.

Ahora entiendo cuando leía que solo a partir de la experiencia de la muerte se vislumbra el sentido de trascendencia e inmanencia de la vida.  Después de la muerte puedo estar en el más allá y también en el mundo de los vivos. Pero debo aclarar que no estoy como un fantasma, lo primero que puedo afirmar con cierta certeza es que sigo teniendo conciencia de mí, lo segundo es que no es la conciencia de un cuerpo o de sensaciones. No siento mi cuerpo y por lo tanto no siento sensación de frio, cansancio o picazón, no veo ni huelo apenas percibo. A veces distingo a las personas que han estado cerca mío, como si pudiera saber cuándo ellas piensan en mí; otras veces advierto que podría estar en mi casa o en una determinada calle.

Siguiendo con los pueblos andinos ellos consideraban la experiencia de la muerte como algo importante en la vida. Estaríamos hablando de una experiencia personal y comunitaria que afectará o beneficiará a todos. Ahora estoy recordando, lo llamaban "Ujllatamin wañunchij kay kawsaypiqa", "Solamente una vez morimos en esta vida". Si hubiera sabido esto hubiera procurado morir en una fecha determinada en un momento de mi vida determinado y no hubiera dejado que la vida se encargara, hubiera intentado tener todo listo para el evento, como cuando uno proyecta un cumpleaños o un casamiento.

Qué estúpido, comprendo el dolor de aquellos que me han querido, si hubiera sabido les habría pedido, no, no, no; exigido que estuvieran felices. Que brindaran y se emborracharan por mí. Ahorraría mucho llanto y dolor y vacío y desesperanza saber que después de la muerte continua la transición a otra forma de existir.

Otra cosa que he comprobado es un pequeño hecho que me hace estar bien con respecto a mi pasada vida: las personas que me importan se alegran al recordarme y a pesar de que sé que hay lagrimas que se escurren de sus ojos puedo entender que la evocación las reconforta.

Todavía me queda mucho por investigar, por ejemplo, dónde se encuentra mi voz, es decir de dónde hablo. También qué hacer cuando una persona cercana me invoca y puedo escuchar sus pensamientos como si me hablara, sé que ellos no me oyen porque he intentado comunicarme, pero debo investigar si hay otra forma o con solo estar ahí a su lado es suficiente. Tantas cosas que averiguar, aunque no tengo medida del tiempo, me parece haber muerto hace poco pero no puedo afirmarlo con certeza.

En la cosmovisión andina de la vida, ya lo dije, las almas permanecemos aquí, en el Kay Pacha, durante tres años. Otro ítem que debo resolver, la medida del tiempo, preciso saber cómo medirlo, para comprobar que dentro de tres años me tocará el otro paso. Porque en este tiempo debemos ser muy bien atendidos, según las tradiciones andinas, se trata de un tiempo de peregrinación de nuestra alma en busca de la plena transición para llegar a ser bien recibido en el Ukhu Pacha por el Supremo.

El único problema es que no tengo ni siquiera una libreta para anotar mis investigaciones, tal vez no me haga falta, es más, tengo tantos recuerdos que no sé si me interese seguir investigando. La respuesta más importante ya la he respondido, la muerte no es el fin de la vida a penas un viaje: ¿hasta dónde? No sé, ¿hasta cuándo? Menos. ¡Oh! Alguien está pensando en mí tengo que acudir. Hoy no voy a intentar hablarle, me quedaré escuchando imaginando que sabe que estoy ahí.