Presentación



Comencé a escribir en la década del ochenta, en el siglo pasado (dicho de esta forma repercute como un hecho ancestral); si bien manejo las nuevas tecnologías muy bien, siempre tuve la idea de que lo escrito debía publicarse en papel. Pero, todos los que han intentado lo saben, publicar no es fácil y mucho menos si uno vive alejado de los centros literarios. A pesar de haber participado en algunas antologías y revistas y haber ganado algún que otro concurso no creo que nada se compare al sentimiento de ser el protagonista de la tapa de un libro.

Pero más allá de delirios personales, de la lujuria de la fama y el egocentrismo tira bombas que cacarea la propia supremacía de su pensamiento, la pregunta motora de la escritura está ahí: ¿par qué se escribe? (por favor no piensen en la respuesta top de los escritores “para exorcizar fantasmas”).

Para responder la pregunta expuesta tomo como supuesto la idea de que uno escribe para otro (aunque a uno le apene lo que ha escrito, como a mí) y si es así lo que uno está tratando de hacer es de presentarse, de decir ¡“mírenme”!. Y puedo aceptar que ese “míerenme” puede estar dicho con la mayor humildad o la más pesada petulancia pero siempre se trata de decir” acá estoy”.

Tras los pasos de este razonamiento, un tanto errático, es que decidí salir a mostrar lo que he escrito durante tanto tiempo y decir mírenme acá estoy.

En cuanto al por qué escribo, es decir, esencialmente qué me ha llevado a elegir esta forma de presentación mi teoría es simple: escribir es una bella forma de pasar el tiempo.

Este es el pensamiento a seguir tras la creación de este blog el cual se ira desenvolviendo a medida que el tiempo transcurra.







ELLA, TAN SUMISA...


Siempre accedía, él podía convencerla de casi cualquier cosa. Su idea de amor era sumirse y acatar los deseos de su amado. Nunca dijo no, salvo que él lo ordenara, ella pensaba que su vida era perfecta, que era la mujer más afortunada del mundo y que su hombre era el mejor de la galaxia.

Su vida consistía en levantarse temprano, cantando, limpiar la casa, lavar la ropa, hacer de comer, planchar la ropa, tener la ropa de entrecasa lista para cuando él llegara del trabajo, vestirlo, hacerle el amor siempre que el pidiera, aunque ella estuviese cansada.

Nunca se la escuchó quejarse por el trabajo o por él. En verdad, era una mujer solitaria, aunque siempre estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara no tenía amigos, visitaba poco y nada a su familia y con los vecinos había un trato amable pero no de cercanía o confianza. Su vida giraba alrededor de él.

A la pareja solo le faltaba un hijo y aunque lo querían, él decía que debían esperar a que se consolidara en su trabajo.

Él la llevaba a pasear una vez por mes al cine o a comer. Ella salía sin él solo cuando iba al médico o a realizar un trámite ineludible.

Los vecinos los describían como una pareja normal, a ella como a una mujer solitaria pero muy educada que sabia darse su lugar; a él lo pintaban como un hombre dedicado a su trabajo, pero muy tosco a la hora de entablar una relación de vecinos.

Pero un día llegó la crisis al país y ella se vio obligada a salir a trabajar y todo cambio, el equilibrio que la pareja tenía comenzó a perderse, ella estaba cada día más y más cansada.

Un día lunes la casa estuvo cerrada todo el día, al otro día también y al tercero llegaron algunos compañeros de trabajo de él preguntando a los vecinos si sabían algo porque en tres días no se había presentado a trabajar y no había justificado su falta.

Al cuarto día llegó la policía y los familiares de la pareja. De la casa salía un intenso olor a descomposición.

Él yacía en la cama con un puñal clavado en la espalda. A ella jamás la encontraron, las malas lenguas dicen que se fue con un amante y que tuvo medía docena de hijos. Algunas amistades del difunto dicen haberla visto en las playas de Chile pasear con su novia de la mano…

 

Mario Marcelo Herrera


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