
Todo comenzó como algo pasajero, primero fue una simple
enfermedad viral, luego una epidemia regional y finalmente una pandemia. Los
primeros meses se resolvió con cuarentenas en cada país del mundo. También aplicaban medidas estrictas de higiene y una
conducta que se denominó aislamiento social. Los niños dejaron de ir a
clase y los adultos mayores no salían de sus casas. El
turismo y algunos servicios se vieron rápidamente afectados. Todo se
resumía en evitar la rapidez de los contagios y el colapso de los sistemas
sanitarios, hasta que llegara la vacuna. Algunos países apostaron a la
inmunidad de rebaño, por supuesto, no resultó. Se hablaba de economía o salud,
era muy raro la dicotomía entre la administración de la escasez y la
administración de la enfermedad. Nadie se dio cuenta que el sistema
económico-cultural en que estábamos inmersos no era adecuado a la enfermedad
que se enfrentaba ya que requería de un alto grado de individualidad, en tanto
enfrentar la enfermedad lo que demandaba era un alto nivel de conciencia
social. Si la libertad de un hombre estaba por sobre la supervivencia de la
especie no se podía esperar resultados positivos.
Luego de medio año en pandemia, comenzaron a salir con
premura las primeras vacunas experimentales. Al mismo tiempo se reportaron
casos de personas que habían tenido la enfermedad y volvían a contagiarse. La
inmunidad de rebaño no era efectiva. Pasó poco más de un año y sobrevino una
tercera ola de contagios. Las vacunas funcionaban bien, pero no protegían más
de seis meses. Los adultos mayores seguían siendo un grupo de riesgo, ante la
cuarentena extendida que sufrían los abuelos se registraron un aumento de suicidios
por depresión y un número creciente de personas que ya no guardaban el
aislamiento estricto.
La pandemia sino mataba por efecto mataba por
omisión, Los resultados de una encuesta corroboraban, según dijo el Director
General de la Organización Mundial de la Salud que gran número de personas con
enfermedades no transmisibles que necesitaban tratamiento (cáncer, enfermedades
cardiovasculares y diabetes) no habían recibido los servicios sanitarios y los
medicamentos que necesitaban desde que comenzó la pandemia.
Las economías no podían despegar, otro requisito
indispensable para el sistema imperante: desarrollo infinito. Los recursos
humanos acabaron por escasear. Se comenzó lentamente a entrar en anomia social,
solo una mirada retrospectiva permite dar cuenta de la estupidez reinante.
Nuestro amplio sistema de adaptación nos jugó una mala pasada, desde ese punto
toda situación anormal podía ser integrada como normal.
Las personas a sabiendas que era inevitable contagiarse
optaron por seguir con su vida normal: trabajando, reuniéndose, viajando.
Otro fenómeno imperceptible fue el regreso a las zonas
rurales, hasta territorios poco aptos para la supervivencia fueron
paulatinamente poblados.
El ser humano seguía siendo optimista, tenía mucha fe
en la ciencia. Cuando todo parecía encaminarse a la victoria sobre el virus
sobrevino una noticia inesperada: la enfermedad podía ser contraída por tercera
vez. Los primeros registros fueron dramáticos, el tercer contagio era el
vencido, la gente no se recuperaba. La
mortalidad era del 95%. Recién en ese momento, luego de más de dos años, las
personas, los gobiernos, los organismos internacionales y, sobre todo, las
multinacionales se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Era un maldito juego
de computadora, cada uno tenía dos vidas, la tercera era la vencida.
Todo empezó a colapsar, la anomía se hizo más palpable,
se primarizó la economía, algunos países se convirtieron en simples grupos
tribales luchando por la supervivencia. Comenzó la desintegración del comercio
internacional, La irrupción de los rebrotes de la enfermedad
se produjo en un contexto de debilitamiento del comercio mundial que se
arrastraba desde la crisis financiera de principio de siglo. La rápida
propagación de la enfermedad y las medidas adoptadas por los gobiernos tuvieron
graves efectos en las economías mundiales. Interrumpido gran parte de las
actividades productivas, primero en Asia y subsiguientemente Europa, luego América
del Norte y América Latina junto al traspiés que implicaba un cierre
generalizado de fronteras, primero, una apertura moderada después. Esto había
dado lugar a un marcado aumento del desempleo, especialmente en las potencias
hegemónicas, con la consecuente reducción de la demanda de bienes y servicios.
En este contexto, el producto mundial registraría su mayor contracción desde la
Segunda Guerra Mundial.
En esta coyuntura el volumen del comercio
mundial de bienes cayó un 29,7% con respecto al último año antes de que
comenzara la pandemia. La caída fue generalizada, afectando a las exportaciones
de los países del primer mundo. Los países en vías de desarrollo fueron de las
regiones más afectada. Solo las naciones
que guardaban cierta unión junto a la capacidad de producir alimentos y de
mantener en pie la industria primaria podían atravesar los nuevos tiempos con
algo de holgura para su población.
El crimen se organizó, se envía a matar contagiando al
rival que ya había tenido dos contagios, se
explotaba a la gente por la vacuna o para no ser contagiada. La vacuna comenzó
a subir de precio hasta ser valor de cambio y llegó el momento inevitable donde
casi fue imposible de conseguir.
La población mundial había descendido, luego de tres
años, un 30%. Y esto era un dato que también jugaba en contra para el sistema imperante
ya que necesitaba de un exceso de población. Pero este
descenso no era producto directo de la enfermedad, como dije sino te mataba por
efecto te terminaba matando por omisión. La enfermedad diezmó la población de
especialistas médicos, matándolos o haciendo que renuncien a sus puestos. Esta
carencia derivó en la falta de atención de muchas enfermedades y por lo tanto
en el resurgimiento de muchos padecimientos que habían podido ser controlados.
En algunos países afectó la producción de comida generando hambrunas, el declive
del comercio mundial afectó la distribución de medicamentos, aquellos estados
que no tenían la capacidad de fabricar remedios veían a su población enfermar y
morir. La tecnología dejó de avanzar con la velocidad que lo había hecho,
impidiendo dar mejores respuestas a los problemas que se enfrentaban. Las
sociedades más ricas del planeta no pudieron sostener el nivel de vida que
habían logrado y estuvieron obligadas a racionar los recursos, parte de la
población no lo aceptó y comenzaron a producirse luchas de secesión. Aquellas
que optaron por un sistema de reparto más equitativo de la riqueza y que ya
habían vivido, en el siglo pasado, los holocaustos de la guerra sobrevivieron
mejor al nuevo estado de las cosas, aunque con una población envejecida.
En nuestra región, los que nos adaptamos, formamos tres
grupos, aquellos a los que se les daba bien la agricultura, los que se
dedicaban a los animales de granja y los cazadores-pescadores (la disminución
de la población y de la circulación de personas había provocado un incremento
en la población de animales salvajes y por lo tanto este grupo era casi
imprescindible) Todos nos hicimos cargo de dos o tres
actividades, yo trabajaba por las mañanas diseñando estrategias para
redistribuir el territorio junto a un equipo interdisciplinario en el Estado,
en las tardes atendía mis huerta cuya producción alcanzaba para diez familias,
los fines de semana y algunas noches
entre semana participaba en un club. La
vida se había hecho más comunitaria y ante tantas perdidas los lazos se habían
fortalecido.
Hubo cosas favorables, nuestra cultura se enriqueció al
dejar de llegar contenido desde el exterior, los
fogones se convirtieron en una tradición, y los jóvenes se fueron volcando a actividades
artísticas con mayor entusiasmo, el quiebre en las necesidades y la
forma de vincularse de la población fue generando un cambio en la visión de la
realidad. Pero no todo fue color de rosas, ha habido
disputas sobre las propiedades que han quedado sin dueños, algunos casos
llegaron al enfrentamiento armado.
Al tercer año las cosas en la región se estabilizaban,
en el mundo las noticias que llegaban eran desalentadoras, guerras por los
recursos, explotación de poblaciones enteras, inestabilidad de las facciones
hegemónicas (el virus impedía la estabilidad en el poder de líderes fuertes. Cuando alguien llegaba al poder
y estabilizaba una situación de crisis se le acababan las vidas, no tardaba
mucho en contraer la enfermedad y morir, así dejaba un vacío de poder que era
vuelto a reclamar por otros líderes)
Hace seis meses llegó a la provincia un ejército
proveniente del centro del país. En un principio se
comunicó a nuestros gobernantes que la llegada era para apoyo y logística, pero
su misión era ocupar nuestra tierra para controlar los tres diques que estaban
en la pre cordillera. De un día a otro nos enteramos que el país se había
dividido y que el centro, que históricamente había sido
el territorio de nuestra oligarquía, planeó tomar el norte y el sur para
dominar los territorios por la fuerza. El razonamiento
era el siguiente: tenían una gran extensión de tierra fértil, pero entre la
demanda de su sector industrial y el agrícola no alcanzaba para mantener el
estándar de vida que habían llevado. ¿Cómo las familias más ricas del país iban
a trabajar la tierra? Siempre habían vivido de la renta, pero en los tiempos
que corrían, con las caídas de las exportaciones ¿quién alquilaría las tierras?
O ¿quién estaría dispuesto a producir excedentes si a lo que se encaminaba todo
era hacia una simple economía de subsistencia? Necesitaban mano de obra esclava
para sus tierras, para sus fábricas, para sus puertos. La única forma de volver
al orden establecido (al viejo sistema) era mantener las condiciones de
desigualdad de la distribución de la riqueza. Fue en ese momento que
entendieron que sin regiones periféricas que estuvieran al servicio de ellos no
podrían subsistir como clase hegemónica. Y al ver que estas regiones se
adaptaban mejor a las necesidades socio-económicas vieron la necesidad de
encarar la gesta de refundación de la Republica (como ellos la llamaban)
sometiendo a las regiones del sur y el norte. Como era antes de la pandemia,
pero ahora debía hacerse evidente debido al cambio de reglas.
En ese momento los cazadores fueron
los primeros que se dieron cuenta de la situación, acostumbrados a acosar a su
presa entendieron que iban a ser sometidos y la libertad que habían obtenido
con el nuevo orden, los lazos de comunidad que habían logrado se perderían ante
el sometimiento. Se refugiaron en la montaña organizando con parte del ejército
que estaba apostado en la región, desde antes de la pandemia, la resistencia.
No nos caracterizábamos por ser un pueblo guerrero pero la forma en que se establecieron
y las condiciones que nos impusieron nos hicieron reaccionar rápidamente.
Nuestro razonamiento era tan lógico como el
de ellos: teníamos las vidas
contadas y los invasores pretendían que nos las
rifáramos esclavizados a otros, conocíamos el terreno como nadie, todos los
pobladores: agricultores, granjeros, obreros, educadores, médicos,
constructores, entramos en la resistencia. Nuestra
actividad cultural no se vio interrumpida lo que favoreció la organización de
la resistencia mediante mensajes cifrados dentro de nuestras tonadas y poesías.
Como los conquistadores no entendían nuestra nueva forma de gobierno no se
opusieron a que mantuviéramos las nuevas costumbres de nuestro pueblo.
Ellos tenían aviación, artillería, pero la moral de sus
tropas no era del todo buena ya que también se jugaban su tercera vida y morir
por la ambición de otro no era una elección. Ser
soldado no tenía el significado de siglos atrás. Se sumaba el hecho que al pueblo al que debían sojuzgar era, hasta hacia algunos
años, compatriotas, gritaban por la misma selección de futbol, tenían
descendencia y parientes en común, idolatraban a las mismas bandas de música,
compartían un idioma común. Sobre eso trabajamos, yo como sociólogo
junto a psicólogos y comunicadores diseñamos una campaña que fue muy eficaz
para hacer desertar a los soldados. Casi no disparamos balas, no ha habido
bajas de ningún de los dos lados, no nos ha hecho falta luchar, creo que el
paintball era más peligroso que esta guerra. Solo en
los últimos días han comenzado alguna que otra escaramuza, pero la mayoría
tiramos tiros al aire, sin intención de matar a nadie, diría que hasta por
diversión. Hace unos días se pactó una tregua, organizamos partidos de
futbol entre los batallones, un campeonato de
truco (en el cual perdí la final ante dos cordobeses mentirosos, pero muy simpáticos
que nos ganaron con una falta envido con 22) también hubo guitarreada con
chivitos asados de por medio y unas cuantas damajuanas de patero.
Yo estoy escribiendo esto parapetado en el edificio
España, frente al Centro Cívico, según el último parte hay 100 soldados que habrían
rendido sus armas, alrededor de 50 habrían huido hacia los valles pre
cordilleranos. Hemos sitiado el centro cívico, en su interior el comandante en
jefe del ejército invasor, que no quiere dar el brazo a
torcer ha quedado atrapado resistiendo.
Nuestro comandante, un tucumano
que se quedó en la provincia enamorado de una jachallera, nos informó
que se le habría entregado un ultimátum. De no acceder a la rendición mañana
iniciaremos el último asalto. Yo ya estuve contagiado tres veces, soy uno de
los pocos casos que se ha recuperado. Pero nadie ha llegado a sobrevivir una
cuarta vez, la pandemia nos trajo desgracia, pero nos enseñó el valor de estar
unidos pues la muerte es inevitable, hay pueblos que no lo han entendido, se
empecinan en ver el mundo con los ojos del viejo sistema…