El hombre me miró con ojos de
pasado, suspiró con estoicismo y me dijo: “no sé cómo paso”
Yo no sentí nada de compasión, el
sujeto parecía inofensivo, pero, por experiencia, sabía que esos eran los
peores. Lo tomé del antebrazo, le di vuelta y le puse las esposas. La mujer
yacía en el pasillo, sin vida, con un cuchillo de cocina en la espalda.
Antes de llevarlo al patrullero
el hombre giro, miró el cuerpo de su esposa y murmuró:” por qué me hiciste
hacer esto”
Sus palabras confirmaron mis
sospechas, me provocó repulsión y rabía. Le apreté el brazo con fuerza y le di
un pequeño empujoncito que lo hizo trastabillar. Al tipo no volví a mirarlo a
la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario